Educación Sexual:

 


Cuándo debe empezar y qué papel juegan la familia y la escuela

Hablar de educación sexual sigue siendo, para muchos, un tema “incómodo”. Pero lo cierto es que el silencio educa tanto como la palabra. Si los adultos callan, los niños aprenden igual… solo que lo harán a través de internet, redes sociales o amigos, y no siempre con información correcta.

Como psicólogo con experiencia, he visto muchas veces las consecuencias de ese vacío: culpa, miedo, desinformación y relaciones poco saludables. Por eso, la educación sexual no debe posponerse ni evitarse; debe acompañar el crecimiento desde edades tempranas.

¿Cuándo debe empezar la educación sexual?

La educación sexual debe comenzar desde la infancia, no en la adolescencia como muchos piensan. No se trata de hablar de sexo como tal, sino de educar según la edad y la etapa del desarrollo.

Lo importante no es cuándo empieza, sino cómo se adapta el mensaje a cada etapa de madurez.

¿Cómo debe ser la educación sexual?

Debe ser integral, progresiva, empática y basada en valores. No solo biológica, sino también emocional, ética y social.

Una buena educación sexual ayuda a:

Y sobre todo, debe darse sin miedo ni culpa. La sexualidad es parte natural del ser humano; comprenderla permite vivir con responsabilidad y bienestar.

¿Quién debe impartirla?

La familia y la escuela deben trabajar juntas, no competir. Cada una cumple un papel esencial:

  • La familia: es el primer espacio de aprendizaje sobre el cuerpo, el amor y el respeto. Los padres enseñan con el ejemplo y la escucha.

  • La escuela: complementa con información científica, profesional y estructurada, sin prejuicios ni imposiciones.

La educación sexual no pertenece a un solo lugar; es una tarea compartida entre todos los adultos responsables.

El papel de los padres y la familia

Muchos padres temen que hablar de sexualidad despierte curiosidad, pero el silencio la multiplica. Los niños y adolescentes tendrán dudas, y si no encuentran respuestas en casa, las buscarán en internet o con amigos.

El papel de los padres no es dar una sola charla, sino mantener un diálogo abierto, natural y continuo. Hablar de sexualidad en casa no es promover el sexo, sino promover el respeto, la responsabilidad y el cuidado del propio cuerpo.

La escuela: aliada, no enemiga

La escuela debe ser un espacio seguro, donde los jóvenes puedan informarse sin miedo ni juicios. Los programas de educación sexual integral no promueven prácticas tempranas; al contrario, retrasan el inicio sexual y reducen riesgos.

Padres y maestros no deben verse como rivales, sino como aliados en la formación integral de los niños y adolescentes.

La educación sexual debe empezar desde la infancia, adaptarse a cada edad, impartirse con respeto y valores, y compartirse entre familia y escuela. No se trata de enseñar a tener relaciones, sino de enseñar a vivir con conciencia, respeto y responsabilidad.

Una sociedad que evita hablar de sexualidad no protege a sus niños: los deja vulnerables. Educar no es corromper; es prevenir, orientar y acompañar.

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