Lo bueno, lo malo… y lo que aprendemos en el camino
Tomar decisiones es una de esas habilidades que usamos a diario, a veces sin darnos cuenta. ¿Desayuno o no? ¿Contesto este mensaje? ¿Cambio de trabajo? ¿Sigo o me voy? Desde lo más simple hasta lo más profundo, elegir es parte de vivir. Y como todo en la vida, decidir tiene su lado bueno… y su lado no tan bueno.
Lo bueno de tomar decisiones
-
Te da poder personal. Decidir es una forma de ejercer tu libertad. Cuando eliges tú —aunque te equivoques— estás tomando las riendas de tu vida.
-
Te ayuda a crecer. Incluso las decisiones difíciles te enseñan algo sobre ti: tus valores, tus límites, tus prioridades.
-
Te saca de la parálisis. Cuando postergamos decisiones, solemos quedarnos atrapados en la duda, el miedo o la frustración. Decidir libera.
-
Te permite avanzar. Elegir un camino, aunque no sea perfecto, es el primer paso para moverte hacia donde quieres estar.
Lo no tan bueno…
-
Puede generar ansiedad. ¿Y si me equivoco? ¿Y si hay una mejor opción? A veces, queremos garantías… pero la vida no viene con manual de instrucciones.
-
A veces duele. Toda elección implica una renuncia. Elegir un “sí” implica un “no” a otras posibilidades.
-
Puede traer culpa o arrepentimiento. En especial si las cosas no salen como esperábamos. Pero atención: decidir con la información que tenías en ese momento ya es suficiente.
-
No siempre es bien visto. Tomar decisiones que van en contra de lo que otros esperan puede incomodar o desafiar a quienes nos rodean.
Entonces, ¿cómo tomar mejores decisiones?
No se trata de acertar siempre. Se trata de decidir con conciencia y asumir el resultado con apertura. Aquí van algunas ideas:
-
Escucha tu intuición, pero también tus razones. El equilibrio entre emoción y lógica es clave.
-
Hazte preguntas que importen. ¿Esto me acerca a quien quiero ser? ¿Estoy eligiendo desde el miedo o desde el deseo?
-
Acepta que no todo es controlable. A veces, solo el tiempo muestra si una decisión fue buena… y casi siempre es una mezcla.
-
Permítete cambiar de rumbo. Una decisión no te ata para siempre. Cambiar también es decidir.
Decidir es una aventura. A veces aciertas, a veces te equivocas… y muchas veces, simplemente aprendes. No existen las decisiones perfectas, pero sí existe la posibilidad de vivir con coherencia: elegir desde lo que eres, lo que sientes y lo que quieres construir.
Y si alguna vez te preguntas si tomaste “la mejor decisión”, recuerda: lo importante no es tener todas las respuestas, sino estar en paz con lo que elegiste en ese momento, con la persona que eras y con lo que sabías.
Comentarios
Publicar un comentario