Entendiendo lo que Te Hace Falta
Hola, hoy quiero hablarte sobre algo que todos en algún momento experimentamos, ya seas adolescente o adulto: las carencias. ¿Sabes qué son? Esos vacíos o necesidades emocionales que sentimos cuando nos falta algo importante en la vida, ya sea amor, apoyo, seguridad, o incluso la sensación de ser escuchado y valorado.
Todos tenemos carencias de algún tipo. No importa si crecimos en un hogar con mucho cariño o si, de repente, te diste cuenta de que algo te estaba faltando. Las carencias no solo se refieren a lo material; tienen mucho que ver con lo emocional, lo que sentimos, lo que necesitamos para sentirnos completos.
¿Cómo afecta una carencia emocional en tu vida?
Las carencias emocionales pueden tener un gran impacto en cómo te sientes contigo mismo y con los demás. Si creciste en un entorno donde no se validaron tus emociones, o tal vez no recibiste el apoyo que esperabas, puedes sentirte inseguro o con miedo de que algo te falte siempre. Eso puede llevarte a tomar decisiones que quizás no te hacen bien, o incluso a quedarte atrapado en relaciones o situaciones que no son saludables.
Por ejemplo, si de joven sentiste que tus padres no te prestaban atención, puede que ahora, de adulto, busques constantemente la aprobación de los demás, o tal vez, si no sentiste suficiente amor o afecto, te cueste confiar plenamente en los demás. Y esto no es porque “estés mal”, es porque esas carencias dejaron una huella en tu manera de ver el mundo.
¿Por qué las carencias duelen tanto?
Las carencias emocionales son dolorosas porque se relacionan directamente con nuestras necesidades más profundas: el amor, la aceptación, la seguridad. Cuando no recibimos lo que necesitamos, tendemos a sentir que algo anda mal con nosotros. El dolor de una carencia no es solo una sensación de "falta de algo", es como si nos estuviera diciendo que necesitamos algo más para sentirnos bien, completos.
Y no se trata solo de lo que nos falta, sino también de lo que intentamos llenar en su lugar. A veces, tratamos de llenar esos vacíos con cosas que no nos benefician, como el exceso de redes sociales, las relaciones que no nos hacen bien o, incluso, el aislamiento. El problema es que, aunque estas soluciones momentáneas pueden calmar la angustia, no sanan la herida de fondo.
¿Qué podemos hacer para sanar esas carencias?
Primero, reconocer que tener carencias no te hace débil ni imperfecto. Todos tenemos vacíos emocionales. Y lo más importante: no es tarde para sanar. Aquí te dejo algunos consejos que pueden ayudarte a empezar:
-
Reconocer tus carencias: El primer paso es aceptar que algo te falta. Ya sea más afecto, más comprensión, o más autoestima. No hay vergüenza en admitirlo. Todos necesitamos algo en algún momento.
-
Buscar apoyo: Hablar con alguien que te entienda puede ser liberador. Ya sea un amigo de confianza, un terapeuta o incluso un grupo de apoyo. No tienes que lidiar con todo solo.
-
Trabajar en tu autoestima: A veces, la carencia más profunda es la de quererte y aceptarte a ti mismo. Aprender a cuidar de ti, ser amable contigo y entender que no tienes que ser perfecto puede ayudar mucho.
-
Romper patrones: Si tienes la costumbre de llenar esos vacíos con cosas que no te benefician, es importante empezar a cuestionar esos hábitos. Pregúntate qué realmente necesitas y cómo puedes darte eso de una manera más saludable.
-
Establecer límites y relaciones sanas: A medida que vayas entendiendo lo que necesitas emocionalmente, será más fácil establecer relaciones basadas en el respeto y el cuidado mutuo, sin caer en la dependencia emocional.
Recuerda: no estás solo
Todos tenemos nuestras luchas internas, y las carencias son parte de esa experiencia humana. No te juzgues por lo que te falta, sino por el esfuerzo que pones cada día para entenderte y sanarte. Si alguna vez te sientes perdido, recuerda que buscar ayuda es una de las formas más valientes de sanar. Y nunca es tarde para empezar a trabajar en ti mismo.
Al final del día, lo más importante es que entiendas que está bien no ser perfecto, está bien tener vacíos y está bien querer llenarlos de la manera más sana posible. ¡No te des por vencido!
Comentarios
Publicar un comentario